La
barbarie de la doma
Otra vez
desde la intuición, otra vez intentando adivinar para prevenir lo que se nos
avecina y, otra vez mirando en el espejo del sur, en particular en Grecia, que
se empeña en ser dueña de su destino en una Europa pretendida por la democracia
y a la que ellos mismos dieron nombre. El
espejo me devolvió imágenes en forma de documental, donde un amante de los
animales procuraba que entendiésemos qué metodología emplean los salvajes domadores
para adiéstralos y amaestrarlos con fines egoístamente espurios. Nos explicaba
que para conseguir los objetivos de la doma, era fundamental romperlos;
romperles el alma - puntualizaba - y para ello, los desubican de su habitas,
los someten a ayunos prolongados segregados de su prole y congéneres y
finalmente, con cruentos castigos, doblegan los instintos naturales hasta
conseguir que prevalezca la voluntad del domador de turno. Sin salvar muchas
distancias, todo me supo ha vivido por
los humanos y en este caso y ahora por los europeos, en particular, por las
gentes del sur: nos desubican con
desahucios, paro y emigración; desarraigándonos del status de bienestar
conseguido y con el dolor de no posibilitar un futuro para los descendientes.
Si con la merma de los salario nos abocan, a pesar de trabajar, al umbral de la
pobreza y al ayuno prolongado, con las leyes de mordaza nos someten para
auspiciar el detrimento de derechos conseguidos y así nos van “rompiendo”, rompiendo
el alma, hasta el extremo de que después de robarnos les seguimos votado, sin
duda han conseguido una buena doma de antídoto controlado por la educación que
proporcionan, evitando la generación de los necesarios e indomables “antisistema”
y potenciando lo que de animal tenemos. Animales sí, pero sin doma.
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