Sala
de Espera, Sampedro o llámalo como quieras..
Esto
fue lo que me dejó la lectura de La Sala de Espera.
Situados
en la edad en la que ya se ha comprendido el mundo y la conciencia de ser ha
dado sus frutos para deleitar como postre esta postrimería que el tiempo
otorga, en nuestro ser impera la necesidad de transmitir lo que aporta el experimento
de vida y continuar referenciando a los en que su día abandonaremos.
A veces intentamos explicar y lo explicamos siempre sin la claridad
suficiente para que se entienda bien; bien porque la voz no llegue a su destino
o porque el mensaje no cale en los destinatarios del entorno, con lo que el
secreto descubierto no se propaga y la verdad de vida no llega a su destino, queda
guardada de nuevo en el arca de la intimidad, extinguiéndose como el eco de un
disparo en la soledad de una atmósfera en la que no se anuncia el origen ni
determina la meta, el secreto descubierto
queda secreto; de otra forma la vida se extinguiría porque nadie más la
descubriría y para todos y cada uno, en este punto, la sinuosidad de la
existencia mutaría en línea o plano y en definitiva en muerte.
Por
todo ello, la vida continúa y mana inagotable sin solución de continuidad a
la espera de que la entropía la diluya en una Nada de donde venimos con las
ilusiones intactas y pudiéndose decir de
ella que se trata de un navegar por el océano, donde el rumbo a tomar puede ser
tan variable como pueda aceptar el infinito, y en cada opción, en su
experiencia, habrá un denominador común que se materializa en una moralidad y
consecuente ética, distinta para cada opción elegida y todas válidas y a veces
enfrentadas, en las que sólo la generosidad y la solidaridad promocionan las
aceptaciones y la convivencia, claro está, siempre que los dogmatismos no
interfieran, males que enrarecen la plácida navegación y promocionan la
piratería, fomentando el egoísmo, el drama y la mayoría de las veces la
tragedia.
Así se vive y así se muere, bajo
banderas de piratas que succionan la paz en el rumbo que cada quien elige
mientras que estamos en la Sala de Espera.
Gracias
Sampedro por tu generosidad y solidaridad para contarnos lo que viste y te
respondo con gratitud; me gustó tu postre aunque muchos no puedan digerirlo. RRG.
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